domingo, 3 de agosto de 2008

Desde mi ventana

Viernes por la noche y comienza la habitual cita con "El Gritón" que ameniza el restaurant que se encuentra justo debajo de nuestra ventana. "El Gritón" no es una persona, sino el dueto de un guitarrista-cantante con timbre de castrato y un percusionista cavernícola, que como instrumento en que reflejar su inspiración utiliza un teclado de computadora. Los bauticé así porque luego de cada canción, al troglodita no se le ocurría otra cosa que pegar alaridos de reclamo hacia el público para que lo aplaudiera por su virtuosismo. Tantos y tan fuertes eran sus gritos, que lograba opacar canciones que con micrófono y amplificador se producían a escasos 20 metros.

La gente los acompañaba con algunos coros -tan monótona y pegajosa era la tonada que en cinco minutos ya lo habían memorizado-, pero nunca la cosa iba más allá de eso. Hasta que un extraño evento acaeció ese viernes del último fin de semana del Festival. En medio de la actuación, un grupo de sorginas, aparentemente embotadas por el consumo de efluvios etílicos, se levantó a celebrar un aquelarre que detuvo el tráfico de los viandantes. El ritmo del troglodita se hizo entonces frenético y por fin éste -sin necesidad de gritos- se convirtió en el punto focal del acto. El aflautado cantante, súbitamente apartado de su habitual pedestal, abandonó su guitarra e intentó integrarse con su cómplice en un toque de tambor a cuatro manos.

La exaltación de las féminas fue increscendo, el troglodita parecía poseído y el cantante fue relevado por el dueño del local, que mostró su origen norafricano con un acelerado ritmo que parecía tomado de una escena de catarsis músico-religiosa. La gente gritaba, el vino corría y yo pensaba, parafraseando a Wilfrido, "Mami que será lo que quiere la catira?".

Toque final, aplausos, murmullos, sudor y toda una noche -que apenas comenzaba- para descargar este abreboca de energía. El último fin de semana del Festival prometía...
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1 comentario:

Fernando Castellano dijo...

Bueno, despues de leer el título, muy "Karinísticamente" ochentoso, no me queda otra que darte un consejo: Al estilo propio caraqueño (porque es algo caraqueño, no venezolano), baja, y comienza insultando al pendejo ese gritón de m#@&#$. Debes poner una cara bien expresiva, porque si el solo habla Francés, y tu lo insultas en español, puede que no haga efecto. Luego de insultarlo, le pintas unas buenas palomas, y si la vaina sigue igual, le caes a coñazos... Eso haría yo, o me la pasaría bebiendo y jodiendo en esa vaina!